No le des más vueltas. No vale la pena que te tortures así. Fue una maldita casualidad que te la encontraras frente a las escaleras de la entrada, sentada en un banco con una amiga. No tenías opción, debías ir y hablar con ella, fingir que te alegrabas de verla. Qué querías hacer? Disimular, mirar al suelo o a la carpeta, fingiendo estar muy concentrado y largarte corriendo, sintiendo sus ojos clavándose en tu cobarde espalda, como siempre? Hiciste lo mejor, créeme. Te la jugaste y la cosa salió mal, eso es todo. A las dos frases, con solo ver su cara, ya sabías que la cosa había salido mal, terriblemente mal, y que era demasiado tarde. Demasiadas huidas, demasiadas máscaras para esconder el terror que sentías a ver correspondido tu amor. Sé como fue de duro para ti lo que paso luego. La mirada a la amiga, la gélida aceptación a tu oferta de acompañarla a casa, tus patéticas preguntas rebotando en un frontón de monosílabos, los silencios inaguantables que mostraban la magnitud de tu culpa y el seco adiós con el que se alejó de ti para siempre. Cinco, diez minutos? Los peores de tu vida. Y lo que te espera. Pero tranquilo, esto pasará. Ahora no ves final a tu dolor, pero esto pasará. El tiempo irá echando capas de olvido y perspectiva al asunto. Confía en mi. Ven, abrázame. Sí, la has cagado, pero ahora es demasiado tarde.